sábado, 28 de marzo de 2015

La Responsabilidad del Creyentes. Sermón predicado este domingo 22 de marzo 2015.

LA RESPONSABILIDAD DEL CREYENTE


 




TEXTO 1 Pedro 1:13

Pastor  Cesar   Barrios.
Introducción.

El énfasis de Pedro, al iniciar esta carta, fue presentar la salvación como una obra de Dios (v.3-12).  Es Dios quien:

-          Nos hace nacer de nuevo, para poder experimentar la salvación (v.3).
-          Nos guarda, por Su poder, para alcanzar la salvación (v.5).
-          Nos prueba, para confirmar que nuestra fe es genuina, y para fortalecer esa fe (v.6).
-          Nos da gozo, en medio de las pruebas, así concediéndonos un anticipo de la salvación final (v.8-9).

¡Qué tremendo es saber todo lo que Dios hace para salvarnos!  Ver Efe 1:3-14.  Sin embargo, este énfasis sobre la soberanía de Dios en la salvación del hombre nos expone a una grave peligro, y es el de pensar que nosotros no tenemos nada que hacer en el asunto.  Obviamente esto no es cierto.  Aunque Dios es el que nos salva, hay ciertas cosas que Él quiere que hagamos (ver Fil 2:12-13; 2 Ped 1:5-8).  Como Pablo afirma, en Efe 2:10, Dios nos salva para hacer buenas obras.  Por eso, la pregunta que tenemos que hacer como creyentes es la siguiente, ¿cuál es nuestra responsabilidad, en el asunto de la salvación?

Este es el tema que Pedro comienza a tratar, a partir de 1 Ped 1:13.  En realidad, el resto de la carta es una exposición de las varias responsabilidades que el creyente tiene, una vez que ha comenzado a gozar la salvación de Dios.   En los siguientes capítulos Pedro va a tratar varios temas específicos, pero antes de entrar en todos esos detalles, él comienza señalando TRES responsabilidades generales, que el creyente tiene, en cuanto a la salvación.  Estas son:

i.                    Estar mentalmente despiertos.
ii.                  Estar moralmente equilibrados.
iii.                Estar espiritualmente esperanzados.

Veamos estos puntos en mayor detalle.


1.     ESTAR MENTALMENTE DESPIERTOS
 (“ceñid los lomos de vuestro entendimiento”)
Antes de experimentar la salvación de Dios, todo ser humano tiene el ‘entendimiento’ entenebrecido (2 Cor 4:4).  Por ende, lo primero que Dios tiene que hacer para salvarnos es iluminar nuestras mentes (2 Cor 4:6; Efe 1:18). 

Una vez que lo ha hecho, el ser humano puede entender las verdades espirituales (ver 1 Cor 2:10-14).  Teniendo la mente iluminada, el creyente tiene la responsabilidad de mantener esa mente despierta.  Pedro lo expresa en las palabras, “ceñid los lomos de vuestro entendimiento”.

La expresión ‘ceñir lo lomos’ viene del contexto de la vestidura de los judíos, en el primer siglo.  Los varones no usaban pantalones, como lo hacemos hoy en día, sino una túnica larga.  Dicha túnica estorbaba, cuando se quería hacer algún trabajo físico, como correr.  Por lo tanto, para poder trabajar con libertad, lo que el judío hacía era alzar la túnica, y ajustarla al nivel de la cintura.  Así él estaba listo para la acción.  El equivalente el español sería es ‘remangarse’. 

Lo extraño es que Pedro usa esta expresión, no de la ropa, sino de la mente o del “entendimiento”.   Al hablar así, lo que está diciendo es que el creyente debe estar constantemente alerta mentalmente; debe estar pensando todo el tiempo, listo para actuar correctamente, como creyente.

Si miramos 2 Ped 3:1, veremos que este fue el propósito de Pedro al escribir su dos cartas.  Dice, “Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento.    El verbo, “despierto”, señala uno de los peligros más frecuentes en la vida cristiana – el peligro de estar ‘dormidos’ (ver Rom 13:11).   En particular, es muy posible quedar ‘dormidos’ mentalmente.  Por eso, una de las cosas que Dios constantemente está enfatizando en Su Palabra es, ‘¡Piensa!  ¡Piensa!’.
La forma en que Pedro procura despertar a estos creyentes es por medio de exhortaciones.  Tenemos varios ejemplos de ello.  En 1 Ped 1:15, Pedro escribe, “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”.  Notemos como Pedro antecede la exhortación a la santidad con unas palabras que hacen referencia a la santidad de Dios.  Es como si Pedro estuviera diciendo: ‘¡Piensen!  ¿Quién fue el que los llamó a la salvación?  ¿No fue Dios?   Y, ¿cómo es Dios?   ¿No es Dios santo?  Bien, si Dios es santo, y Él fue quien los llamó a la salvación, entonces lo lógico es que ustedes también sean santos.  Entonces, ¡séanlo!’.

Tenemos otro ejemplo de esto, en el v.17.  Pedro sigue con el deseo de motivar a los creyentes a una vida de santidad.  Lo expresa en los siguientes términos, “conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”.   Pero para reforzar esta exhortación, y ‘despertar su limpio entendimiento’, Pedro les lleva a pensar en quién es el Padre celestial – es el Juez de toda la tierra.  Pero no es cualquier juez; es un juez imparcial – no hace acepción de personas.  No trata a unos diferentes a otros, ni aun a Sus hijos.  Por ende, los creyentes no pueden confiar en que Dios, siendo su Padre celestial, va a ser complaciente con ellos, o pasar por alto algunos pecadillos.  ¡Para nada!  Por lo tanto, si Dios es así, entonces lo lógico es que se comportan con temor y reverencia todos los días que les queda sobre la tierra.

Este estado de alerta mental, no se debe limitar solo al comportamiento, sino también a aspectos doctrinales.  En 2 Ped 2:1-2, el apóstol indica que en los últimos tiempos habrá el peligro constante de falsos maestros.  Obviamente lo que Pedro quiere inculcar en los creyentes del primer siglo, a quienes escribe, es la necesidad de evaluar todo lo que escuchan, y solo retener lo bueno; estando constantemente en alerta ante el peligro de alguna herejía o enseñanza falsa.

Hoy en día esta es una tremenda necesidad.  Abundan falsos maestros.  Se disfrazan de grandes predicadores, enseñan a multitudes, tienen sus propios programas o canales televisivos.  Pero lo que están enseñando simplemente no se ajusta a la Palabra de Dios.  Por ende, hoy en día el clamor apostólico es, ‘¡Piensen!  ¡Piensen!  No se dejen engañar.  Estén constantemente alerta ante el peligro del engaño espiritual’.   Ver Mateo 24:4-5, 11, 24; Hch 20:28-30; 1 Tim 4:1-3; 2 Tim 3:1-5.

Esta es la primera gran responsabilidad que Pedro resalta.  

¿Estamos cumpliendo esta responsabilidad?


2. ESTAR MORALMENTE EQUILIBRADOS (“sed sobrios”)

La palabra, “sobrio”, es ‘nefo’, que significa ‘abstenerse de vino’; es lo opuesto de estar ‘ebrio’.  Una persona ebria está descontrolada.  El alcohol en su cuerpo la hace actuar en forma desequilibrada.   Una persona ‘sobria’, es una persona controlada, equilibrada, en toda su forma de comportarse. 

La Biblia indica que antes de conocer al Señor, estábamos moralmente desviados (Efe 2:1-3).  Pedro hace referencia a esto en 1 Ped 1:14, cuando exhorta a los creyentes a no conformarse “a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia”.  Antes de ser creyentes, estas personas se dejaban llevar por sus deseos carnales.  No tenían otra forma de vivir.  Ante la falta de una dirección divina en sus vidas, hacían simplemente lo que sus cuerpos y mentes pedían.  Esto dio lugar a una vida totalmente descontrolada (ver 1 Ped 4:3). 

¿Qué es lo que Dios hace para salvarnos?  Nos concede un Nuevo Nacimiento (ver 2 Ped 1:3-4).  Ahora, como creyentes, teniendo una nueva naturaleza, nuestra responsabilidad es vivir vidas controladas por el Espíritu Santo. 

En términos generales, esto implica vivir vidas de santidad (1 Ped 1:14-15).  También requiere controlar nuestras vidas en tal manera que dejemos todas las cosas que Pedro menciona en 1 Ped 2:1.  No es que el creyente ya no tenga deseos carnales; sí los tiene.  Pero lo que debe hacer es dejar que el Espíritu controle su mente y voluntad.  Los deseos carnales luchan para destruir el alma (1 Ped 2:11).  El Espíritu Santo quiere controlarnos, para que vivamos vidas que agradan a Dios, y nos fortalecen espiritualmente.

Otros textos que indican la vida controlada que debemos seguir son 1 Ped 3:8-9; 4:1-3; 5:8-9.

¿Podemos ver ese cambio en nuestras vidas?

ADVERTENCIA: Sansón (no fue ‘sobrio’ en su vida emocional y sexual).

¿Está el Espíritu Santo controlándonos? 
¿Hay un dominio propio en nosotros?


3.     ESTAR ESPIRITUALMENTE ESPERANZADOS
(“esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”)

Es triste ver a muchas personas vivir sin tener esperanza alguna.  Sienten un tremendo vacío interno, y se dedican a los vicios, porque no tiene otra cosa que hacer.

La Biblia indica que antes de conocer la salvación, vivíamos ‘sin esperanza’ (Efe 2:12).  ¡Qué triste!  Vivíamos solo para los placeres de este mundo (1 Ped 4:2-4). 

Vemos eso alrededor de nosotros hoy.  Jóvenes que se drogan; que pasan toda la noche tomando, o en discotecas.  ¿Por qué lo hacen?   Porque no tienen esperanza; están aburridos; la vida no tiene sentido para ellos.

Lo que la salvación nos trae es un nuevo sentido en la vida; una nueva esperanza, para vivir y trabajar, y ocuparnos en cosas que tienen razón.  Nuestra responsabilidad es poner nuestra esperanza en el mundo venidero (“la gracia que se os traerá…”). 

Hay que reconocer que en este mundo, aun como creyentes, tenemos tremendas frustraciones (económicas, emocionales, de salud, etc).   Dios no siempre contesta nuestras oraciones como quisiéramos.  A veces nos toca vivir vidas muy duras y difíciles.  La Biblia no nos exhorta a poner nuestra esperanza en las cosas terrenales, sino en la salvación eterna.   La esperanza del creyente es que cuando Cristo venga, traerá esa ‘gracia’ especial.

Entonces:

-          No habrá más preguntas; entenderemos todas las cosas que ahora son difíciles de entender, acerca de nuestras luchas en la vida (1 Cor 13:12).
-          No habrá más debilidad física; tendremos cuerpos gloriosos, sin enfermedades o dolencias (1 Cor 15:42-44).
-          No habrá más pecado; viviremos en perfecta santidad; en perfecta obediencia a nuestro Padre Celestial.  No habrá más tentaciones (2 Ped 3:13; Apo 21:27).
-          No habrá más lágrimas; todo dolor se habrá acabado para siempre (Apo 21:4). 


-          habrá perfección (Apo 21:2).
-          Sí, habrá gloria (Apo 21:10-11, 21).
-          habrá comunión perfecta (Apo 21:3; 22:4).
-          habrá la eternidad (Apo 22:5).









Tenemos que pensar en estas cosas. Pero observemos como Pedro nos exhorta a esperar por completo” en esto.   ¡No solo la mitad del tiempo!   ¡No solo la mitad de nuestra esperanza!   Esta es la forma sabia de vivir, para no sentirnos decepcionados.  También es nuestra responsabilidad hacerlo. Así podremos vivir más felices en este mundo.


Conclusión

¡Qué hermoso es gozar la salvación de Dios!  Pero, ¿estamos cumpliendo nuestra responsabilidad?