“LA RESPONSABILIDAD
DEL CREYENTE”
TEXTO 1 Pedro 1:13
Pastor Cesar Barrios.
Introducción.
El énfasis de Pedro, al iniciar esta carta, fue presentar
la salvación como una obra de Dios (v.3-12).
Es Dios quien:
-
Nos hace nacer de nuevo, para poder experimentar la salvación (v.3).
-
Nos guarda, por Su poder, para alcanzar la salvación (v.5).
-
Nos prueba, para confirmar que nuestra fe es genuina, y para fortalecer esa
fe (v.6).
-
Nos da gozo, en medio de las pruebas, así concediéndonos un anticipo de la
salvación final (v.8-9).
¡Qué tremendo es saber todo lo que Dios hace para
salvarnos! Ver Efe 1:3-14. Sin embargo, este énfasis sobre la soberanía
de Dios en la salvación del hombre nos expone a una grave peligro, y es el de pensar
que nosotros no tenemos nada que hacer en el asunto. Obviamente esto no es cierto. Aunque Dios es el que nos salva, hay ciertas
cosas que Él quiere que hagamos (ver Fil 2:12-13; 2 Ped 1:5-8). Como Pablo afirma, en Efe 2:10, Dios nos
salva para hacer buenas obras. Por eso,
la pregunta que tenemos que hacer como creyentes es la siguiente, ¿cuál es
nuestra responsabilidad, en el asunto de la salvación?
Este es el tema que Pedro comienza a tratar, a partir de
1 Ped 1:13. En realidad, el resto de la carta es una exposición de las
varias responsabilidades que el creyente tiene, una vez que ha comenzado a
gozar la salvación de Dios. En los
siguientes capítulos Pedro va a tratar varios temas específicos, pero antes de
entrar en todos esos detalles, él comienza señalando TRES responsabilidades
generales, que el creyente tiene, en cuanto a la salvación. Estas son:
i.
Estar mentalmente despiertos.
ii.
Estar moralmente equilibrados.
iii.
Estar espiritualmente esperanzados.
Veamos estos puntos en mayor detalle.
1.
ESTAR
MENTALMENTE DESPIERTOS
(“ceñid los lomos
de vuestro entendimiento”)
Antes de experimentar la salvación de Dios, todo ser
humano tiene el ‘entendimiento’ entenebrecido (2 Cor 4:4). Por ende, lo primero que Dios tiene que hacer
para salvarnos es iluminar nuestras mentes (2 Cor 4:6; Efe 1:18).
Una vez que lo ha hecho, el ser humano puede entender las
verdades espirituales (ver 1 Cor 2:10-14).
Teniendo la mente iluminada, el creyente tiene la responsabilidad de mantener
esa mente despierta. Pedro lo expresa en
las palabras, “ceñid los lomos de vuestro
entendimiento”.
La expresión ‘ceñir lo lomos’ viene del contexto de la
vestidura de los judíos, en el primer siglo.
Los varones no usaban pantalones, como lo hacemos hoy en día, sino una
túnica larga. Dicha túnica estorbaba,
cuando se quería hacer algún trabajo físico, como correr. Por lo tanto, para poder trabajar con
libertad, lo que el judío hacía era alzar la túnica, y ajustarla al nivel de la
cintura. Así él estaba listo para la
acción. El equivalente el español sería
es ‘remangarse’.
Lo extraño es que Pedro usa esta expresión, no de la
ropa, sino
de la mente o del “entendimiento”.
Al hablar así, lo que está
diciendo es que el creyente debe estar constantemente alerta mentalmente; debe
estar pensando todo el tiempo, listo para actuar correctamente, como creyente.
Si miramos 2 Ped 3:1, veremos que este fue el propósito
de Pedro al escribir su dos cartas.
Dice, “Amados, esta es la segunda
carta que os escribo, y en ambas despierto
con exhortación vuestro limpio entendimiento”. El verbo, “despierto”, señala uno de los peligros más frecuentes en la vida
cristiana – el peligro de estar ‘dormidos’ (ver Rom 13:11). En particular, es muy posible quedar
‘dormidos’ mentalmente. Por eso, una de
las cosas que Dios constantemente está enfatizando en Su Palabra es, ‘¡Piensa! ¡Piensa!’.
La forma en que Pedro procura despertar a estos creyentes
es por medio de exhortaciones. Tenemos
varios ejemplos de ello. En 1 Ped 1:15,
Pedro escribe, “como aquel que os llamó
es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. Notemos como Pedro antecede la exhortación a
la santidad con unas palabras que hacen referencia a la santidad de Dios. Es como si Pedro estuviera diciendo:
‘¡Piensen! ¿Quién fue el que los llamó a
la salvación? ¿No fue Dios? Y, ¿cómo es Dios? ¿No es Dios santo? Bien, si Dios es santo, y Él fue quien los
llamó a la salvación, entonces lo lógico es que ustedes también sean
santos. Entonces, ¡séanlo!’.
Tenemos otro ejemplo de esto, en el v.17. Pedro sigue con el deseo de motivar a los
creyentes a una vida de santidad. Lo
expresa en los siguientes términos, “conducíos
en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”. Pero
para reforzar esta exhortación, y ‘despertar su limpio entendimiento’, Pedro
les lleva a pensar en quién es el Padre celestial – es el Juez de toda la
tierra. Pero no es cualquier juez; es un
juez imparcial – no hace acepción de personas.
No trata a unos diferentes a otros, ni aun a Sus hijos. Por ende, los creyentes no pueden confiar en
que Dios, siendo su Padre celestial, va a ser complaciente con ellos, o pasar
por alto algunos pecadillos. ¡Para
nada! Por lo tanto, si Dios es así,
entonces lo lógico es que se comportan con temor y reverencia todos los días
que les queda sobre la tierra.
Este estado de alerta mental, no se debe limitar solo al
comportamiento, sino también a aspectos doctrinales. En 2 Ped 2:1-2, el apóstol indica que en los
últimos tiempos habrá el peligro constante de falsos maestros. Obviamente lo que Pedro quiere inculcar en
los creyentes del primer siglo, a quienes escribe, es la necesidad de evaluar
todo lo que escuchan, y solo retener lo bueno; estando constantemente en alerta
ante el peligro de alguna herejía o enseñanza falsa.
Hoy en día esta es una tremenda necesidad. Abundan falsos maestros. Se disfrazan de grandes predicadores, enseñan
a multitudes, tienen sus propios programas o canales televisivos. Pero lo que están enseñando simplemente no se
ajusta a la Palabra
de Dios. Por ende, hoy en día el clamor
apostólico es, ‘¡Piensen! ¡Piensen! No se dejen engañar. Estén constantemente alerta ante el peligro
del engaño espiritual’. Ver Mateo 24:4-5,
11, 24; Hch 20:28-30; 1 Tim 4:1-3; 2 Tim 3:1-5.
Esta es la primera gran responsabilidad que Pedro
resalta.
¿Estamos
cumpliendo esta responsabilidad?
2. ESTAR MORALMENTE EQUILIBRADOS (“sed sobrios”)
La palabra, “sobrio”, es ‘nefo’,
que significa ‘abstenerse de vino’; es lo opuesto de estar ‘ebrio’. Una persona ebria está descontrolada. El alcohol en su cuerpo la hace actuar en
forma desequilibrada. Una persona
‘sobria’, es una persona controlada, equilibrada, en toda su forma de
comportarse.
¿Qué es lo que Dios hace para salvarnos? Nos concede un Nuevo Nacimiento (ver 2 Ped
1:3-4). Ahora, como creyentes, teniendo
una nueva naturaleza, nuestra responsabilidad es vivir vidas controladas por el
Espíritu Santo.
En términos generales, esto implica vivir vidas de
santidad (1 Ped 1:14-15). También requiere
controlar nuestras vidas en tal manera que dejemos todas las cosas que Pedro
menciona en 1 Ped 2:1. No es que el
creyente ya no tenga deseos carnales; sí los tiene. Pero lo que debe hacer es dejar que el Espíritu
controle su mente y voluntad. Los deseos
carnales luchan para destruir el alma (1 Ped 2:11). El Espíritu Santo quiere controlarnos, para
que vivamos vidas que agradan a Dios, y nos fortalecen espiritualmente.
Otros textos que indican la vida controlada que debemos
seguir son 1 Ped 3:8-9; 4:1-3; 5:8-9.
¿Podemos ver
ese cambio en nuestras vidas?
ADVERTENCIA: Sansón (no fue ‘sobrio’ en su vida emocional
y sexual).
¿Está el
Espíritu Santo controlándonos?
¿Hay un dominio
propio en nosotros?
3. ESTAR ESPIRITUALMENTE ESPERANZADOS
(“esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo
sea manifestado”)
Es triste ver a muchas personas vivir sin tener esperanza
alguna. Sienten un tremendo vacío
interno, y se dedican a los vicios, porque no tiene otra cosa que hacer.
Vemos eso alrededor de nosotros hoy. Jóvenes que se drogan; que pasan toda la
noche tomando, o en discotecas. ¿Por qué
lo hacen? Porque no tienen esperanza;
están aburridos; la vida no tiene sentido para ellos.
Lo que la salvación nos trae es un nuevo sentido en la
vida; una nueva esperanza, para vivir y trabajar, y ocuparnos en cosas que
tienen razón. Nuestra responsabilidad es
poner nuestra esperanza en el mundo venidero (“la gracia que se os traerá…”).
Hay que reconocer que en este mundo, aun como creyentes,
tenemos tremendas frustraciones (económicas, emocionales, de salud, etc). Dios no siempre contesta nuestras oraciones
como quisiéramos. A veces nos toca vivir
vidas muy duras y difíciles. La Biblia no nos exhorta a
poner nuestra esperanza en las cosas terrenales, sino en la salvación
eterna. La esperanza del creyente es
que cuando Cristo venga, traerá esa ‘gracia’ especial.
Entonces:
-
No habrá más preguntas; entenderemos
todas las cosas que ahora son difíciles de entender, acerca de nuestras luchas
en la vida (1 Cor 13:12).
-
No habrá más debilidad física;
tendremos cuerpos gloriosos, sin enfermedades o dolencias (1 Cor 15:42-44).
-
No habrá más pecado; viviremos en
perfecta santidad; en perfecta obediencia a nuestro Padre Celestial. No habrá más tentaciones (2 Ped 3:13; Apo
21:27).
-
No habrá más lágrimas; todo dolor se
habrá acabado para siempre (Apo 21:4).
-
Sí habrá perfección (Apo 21:2).
-
Sí, habrá gloria (Apo 21:10-11, 21).
-
Sí habrá comunión perfecta (Apo 21:3;
22:4).
-
Sí habrá la eternidad (Apo 22:5).
Tenemos que
pensar en estas cosas. Pero observemos como Pedro nos exhorta a esperar “por completo” en esto. ¡No solo la mitad del tiempo! ¡No solo la mitad de nuestra esperanza! Esta
es la forma sabia de vivir, para no sentirnos decepcionados. También es nuestra responsabilidad hacerlo.
Así podremos vivir más felices en este mundo.
Conclusión
¡Qué hermoso es gozar la salvación de Dios! Pero, ¿estamos cumpliendo nuestra
responsabilidad?