“LA VID
VERDADERA”
PASAJE BÍBLICO: Juan 15:1-8
EXÉGESIS:
13:31 – 14:31: EL CONTEXTO.
Estos versículos forman la base de capítulo 15, y presentan varios temas
que Jesús explica más a fondo en capítulo 15 – el mandamiento de amar
(13:31-35; 15:12) – la posibilidad de negar o no estar en Jesús (13:36-38;
15:6) – el uso de la palabra meno en sus formas varias (14:2, 23; 15:4
ff – véase la exégesis de vv. 4-8 a continuación) – la importancia de la
conexión entre los discípulos y Jesús (14:6; 15:5-6) – la promesa de una
oración cumplida (14:14; 15:7) – la importancia de guardar los mandamientos de
Jesús y de rendir fruto (14:15; 15:8). “Se presenta un nuevo tema: el odio del
mundo (15:18-25; 16:1-4a)” (Williamson, 194).
VERSÍCULOS 1-8: UN RESUMEN.
Estos versículos forman una alegoría (una obra en la que personajes
representan otras cosas y, de manera simbólica, expresan un significado más
profundo). Hay cuatro actores en esta pequeña obra.
─ El Padre es el labrador (v. 1).
─ Cristo es la vid (v. 5).
─ Los discípulos son las ramas (v. 5).
─ Los que no permanecen en Cristo son ramas inútiles (v. 6).
¿Dónde está la iglesia aquí? La iglesia fructuosa es la rama que poda el
labrador, pero la iglesia infructuosa es la rama que el labrador corta y tira
al fuego.
Estas imágenes de la viña son familiares. El Antiguo Testamento a menudo
presenta Israel como una vid o una viña, pero, por lo general, son imágenes
negativas:
“Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel,
y los hombres de Judá planta suya deleitosa.
Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor” (Isaías
5:7).
“Y yo te planté de buen vidueño, simiente verdadera toda ella:
¿Cómo pues te me has tornado sarmientos de vid extraña?” (Jeremías
2:21).
“Por tanto, así ha dicho el Señor Jehová:
Como el palo de la vid entre los maderos del bosque,
el cual dí al fuego para que lo consuma,
así haré á los moradores de Jerusalén” (Ezequiel 15:6).
“Tu madre fue como una vid en tu sangre,
plantada junto á las aguas, haciendo fruto….
Empero fue arrancada con ira, derribada en tierra,
y viento solano secó su fruto; fueron quebradas
y secárnosle sus varas fuertes; consumiólas el fuego” (Ezequiel 19:10,
12).
Pero existe algo nuevo aquí. “El Padre aún aparece como el labrador,
pero Jesús es la Vid, no Israel, y los discípulos son las ramas. Esta inserción
dentro de la antigua imagen crea un cambio radical. Aquí, la ‘vid’ apenas está
en peligro de ser juzgada como lo es en los textos del Antiguo Testamento. Esto
solo aparece en lo que se refiere a las ramas. Jesús, la Vid, parece estar
entre el que guarda la viña/el labrador y las ramas como ‘mediador’ de vida y
sustentamiento” (Borchert, 139).
Las viñas son algo familiar. La gente pasa por ellas en su camino de
sitio a sitio. Algunos tienen su propia viña o trabajan en una viña. Saben
discernir una rama fructuosa de otra que roba la vid de su energía. Podan ramas
infructuosas y se sienten satisfechos de su obra quirúrgica. El podar puede
parecer cruel, pero renueva la vitalidad de la viña. Ramas inútiles roban la
fuerza de la planta. Dejarlas ahí no cumple ningún propósito y reduce el valor
de la viña. El labrador corta las ramas infructuosas y, encontrándolas
inútiles, las quema.
VERSÍCULOS 1-3: YO SOY LA VID VERDADERA
1Yo soy (griego: ego eimi) la vid
verdadera, y mi Padre es el labrador. 2Todo pámpano que en mí no lleva fruto,
le quitará (griego: airei): y todo aquel que lleva fruto, le
limpiará (griego: kathairei), para que lleve más fruto. 3Ya vosotros sois
limpios (griego: kathairoi) por la palabra que os he hablado.
“Yo soy (ego eimi) la vid verdadera”
(v. 1a). En este Evangelio, Jesús utiliza el metáfora de “Yo soy” (griego: ego
eimi) en varias ocasiones: “Yo soy el pan de vida” (6:35) – “Yo soy el pan
vivo que he descendido del cielo” (6:51) – “Yo soy la luz del mundo” (8:12) –
“Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7) – “Yo soy el buen pastor” (10:11) – “Yo
soy la resurrección y la vida” (11:25) – “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida” (14:6).
Este lenguaje de “Yo soy” hace pensar del encuentro de Moisés con Dios
en el arbusto ardiente cuando Dios se identificó a Moisés como “YO SOY EL QUE
SOY,” diciéndole, “Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado á
vosotros” (Éxodo 3:14). Es decir, “YO SOY” es Dios, y estas metáforas de “Yo
soy” identifican a Jesús como Dios. Esto concuerda con la declaración inicial
de este Evangelio, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios” (1:1).
Ésta es la última de las metáforas de “Yo soy” en este Evangelio. Como
otras metáforas de “Yo soy” (pan, luz, puerta, pastor, etcétera), la metáfora
de la viña nos asegura – nos conforta. “Para un pueblo nómada, una viña es
símbolo de asentamiento, de llamar a un lugar su hogar” (Howard-Brook, 330).
Cuando Jesús se identifica como la vid verdadera, está implicando que
existe una vid falsa. Los pasajes del Antiguo Testamento citados anteriormente
dejan claro que Israel ha sido una vid falsa.
“y mi Padre es el labrador” (v. 1b). Esto sugiere que el Padre es
superior, pero también sugiere una gran mutualidad. La vid depende del cuidado
y el alimento que el labrador le proporcione, pero también el labrador depende
de la vid y de su producto. Cada uno le da vida al otro y toma vida del otro.
Aunque esto puede llevar la metáfora demasiado lejos, no podemos reiterar
suficiente la mutualidad que existe entre Padre e Hijo. Jesús dice, “Yo y el
Padre una cosa somos” (10:30).
El Padre/labrador provee dos servicios para alentar la productividad de
la vid. Primero, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará” (v.
2a). Segundo, “y todo aquel que lleva fruto, le limpiará para que lleve más
fruto” (v. 2b). Es importante anotar que, sea la vid fructuosa o no, el
labrador lleva un cuchillo afilado. Si la rama no produce, el labrador la
corta, pero si la vid produce, el labrador, aún así, la poda para mejorar su
fruto futuro.
Esto nos debe instruir. Nos gustaría pensar que el Padre cortará la rama
que no produce y que perdonará la rama que si lo hace. No obstante, el cuidado
cariñoso del Padre significa estar bajo el cuchillo afilado del labrador. Esto
significa que nosotros, como fieles discípulos, podemos esperar que el dolor
sea parte de nuestras vidas. Esto puede ser difícil de aceptar. “No es decir
que el podar (cortar relaciones dolorosas, la pérdida preocupaciones, el cese
de ambiciones insignificantes) signifique que los que sufren dolor serán
cortados de Dios, dejando heridos a los creyentes, confundidos y enojados
(Craddock, 260).
El autor de Hebreos lo explica así: “Porque el Señor al que ama castiga,
Y azota á cualquiera que recibe por hijo” (Hebreos 12:6). Continúa diciendo,
“Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de
tristeza; mas después da fruto apacible de justicia á los que en él son
ejercitados” (Hebreos 12:11). La disciplina del padre y el podar del labrador son
dolorosos pero también beneficiosos. Esto es importante de recordar, porque la
vida tiene dolor, y este texto nos asegura de que nuestro dolor no es
necesariamente señal de que Dios está descontento. Al contrario, el dolor bien
puede ser señal de que Dios aún está amoldándonos – dando forma a nuestras
vidas – ayudándonos a ser lo mejor que podemos ser.
Jesús sigue alentando a los discípulos, “Ya vosotros sois limpios por
la palabra que os he hablado” (v. 3). Al lavar los pies durante la Pascua,
les dijo, “El que está lavado, no necesita sino que lave los pies, mas está
todo limpio: y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (13:10). La excepción
es Judas, el que le traicionó (13:11). Ahora, de nuevo les declara limpios.
“Los discípulos han visto, creído, y obedecido la palabra de Jesús, aunque aún
no la hayan comprendido por completo” (Smith, 283). La palabra de Jesús tiene
el poder de limpiar cuando la creemos y la obedecemos. Esto también es
instructivo. Lo más cerca que estemos a Cristo, lo más “limpios” que estaremos
y lo menos que necesitaremos ser podados (el griego, katharoi, significa
ambos podado y limpiado).
Hay un juego de palabras en versículos 2-3 que solo es aparente en el
griego. El labrador “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará (airei):
y todo aquel que lleva fruto, le limpiará (kathairei), para que lleve
más fruto. Ya vosotros sois limpios (katharoi) por la palabra que os he
hablado.” Parece que el autor escogió estas palabras tomando en cuenta su valor
literario.
VERSÍCULOS 4-8: ESTAD EN MÍ, Y YO EN VOSOTROS
4Estad (griego: meinate – de meno)
en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo,
si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí. 5Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque sin mí nada podéis hacer.6El que en mí no estuviere, será echado
fuera como mal pámpano, y se secará; y los cogen, y los echan en el fuego, y
arden.7Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo
lo que quisiereis, y os será hecho. 8En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
“Estad (meinate – de meno) en
mí, y yo en vosotros” (v. 4a). Este verbo, meno, en sus formas
varias (incluyendo el equivalente sustantivo), ocurre en varios pasajes de este
Evangelio. En la mayoría de los casos, describe una relación importante o una
condición espiritual:
─ Juan testificó, “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y
reposó (emainen) sobre él” (1:32).
─ Jesús rechaza los líderes religiosos, diciendo, “Ni tenéis su palabra
permanente (menonta) en vosotros; porque al que él envió, á éste
vosotros no creéis” (5:38).
─ Jesús dice, “Yo la luz he venido al mundo, para que todo aquel que
cree en mí no permanezca (meine) en tinieblas” (12:46).
─ Jesús dice, “En la casa de mi Padre muchas moradas (monai) hay:
de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros”
(14:2).
─ Jesús dice, “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará,
y vendremos á él, y haremos con él morada (monen)” (14:23).
15:1-8, con su énfasis en estar con Jesús, “es la contraparte de Juan
tratándose de la visión de Pablo – la iglesia como cuerpo de Cristo y de
creyentes ‘en’ Cristo. Ambas son maneras de destacar la conexión vital que
existe entre Cristo y los suyos… (No obstante), Jesús no dice que la iglesia es
la vid, sino que él es la vid.
La iglesia no es más que las ramas que están ‘en’ la viña” (Morris,
593).
En 15:4-7, Jesús deja claro que nuestra relación con él – nuestro morar
en él – es la clave de ambos nuestro fruto y nuestro destino. El cristiano
encuentra fuerza y propósito a través de su relación con Cristo. La persona
débil se refuerza al ser entrelazada en una vid de Cristo, y la persona fuerte
se debilita cuando se separa de ella.
C.J. Jung dice que Cristo “añade un peldaño más a la escalera de la
evolución, produciendo una nueva criatura que vive de una manera nueva y a la
cual el hombre natural no puede llegar, tal como una cosa que se arrastra por
el suelo no puede llegar a volar… Y… este reto no debe ser burlado. Porque
Cristo lo ha hecho. Y cada día encontramos nuevas criaturas por la calle. Y
nosotros somos una de ellas; nuestro propósito es vivir así para que otros, al
conocernos, miren otra vez, y entonces que miren de nosotros a Jesucristo… Y
quizá ésa es la manera por la que podemos servir mejor a Cristo (citado en
Gossip, 717).
“Estad en mí, y yo en vosotros” (v.
4a). Estas palabras también se dirigen a la iglesia, “cuya vida comunitaria y
ministerio de justicia social no son mas que ramas echadas al fuego, aparte del
Cristo que mora en ellas” (Cousar, 315). “Como el pámpano no puede llevar fruto
de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en
mí” (v. 4b). La iglesia siempre está tentada a mirar hacia otro lugar –
política o donantes enriquecidos – en busca de su fuerza, pero Jesús nos dice
que la infructuosidad comienza en un lugar muy diferente. Mientras estemos en
su presencia, su fuerza se hace nuestra. Tan pronto como le volvemos la
espalda, nuestra fuerza empieza a desvanecerse.
Estamos tentados a pensar de otra manera. Nuestra vida de oración se
echa a un lado a favor de ocupaciones y tareas. Nuestros verdaderos valores se
revelan a través de la manera en que establecemos nuestras prioridades – o de
la manera en que dejamos que las prioridades se establezcan por si mismas. Para
los clérigos, muchas cosas son Prioridad Número Uno. Debemos llevar a cabo
alabanzas, bodas, y funerales – consolar a los que lamentan – visitar pacientes
en hospitales – asistir reuniones concejales – supervisar nuestros trabajadores
– aconsejar – enseñar clases de catecismo – contestar el teléfono – preparar el
boletín – asistir actividades cívicas. También sabemos que debemos orar, pero
la oración se pierde fácilmente entre las prisas. Esperamos que una rápida
suplica por ayuda sea suficiente, pero Jesús dice, “Estad en mí.”
También nos tientan otras lealtades. Sabemos que estar con Jesús es el
centro de nuestro ministerio, pero también sabemos que lealtades a la
denominación, al obispo, y nuestra herencia teológica nos ayudan a avanzar. Es
demasiado fácil hacer de ellos nuestro lugar para estar, pero Jesús dice,
“Estad en mí.”
“Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en
la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí” (v. 4b). Estar en Jesús capacita a la rama para rendir fruto. ¿Qué
fruto?
─ Jesús manda que nos amemos uno a otro (13:34; 15:12), por eso, amor ha
de ser uno de los frutos.
─ Jesús nos pide que obedezcamos sus mandamientos (v. 10), por eso,
obediencia ha de ser uno de los frutos.
─ Jesús promete alegría (v. 11), por eso, alegría ha de ser uno de los
frutos.
─ Pero quizá el fruto incluye más de lo que se revela en este capítulo.
Pablo menciona frutos del Espíritu – amor, gozo, paz, tolerancia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, y templanza. (Galatos 5:22). Seguro que morar en Jesús
ha de producir cada uno de ellos de en cierta cantidad.
Cuando se nos pide medir nuestros frutos, miramos los bautizos, la
asistencia a alabanza, los fondos recaudados para un nuevo edificio – u otras
estadísticas. El verdadero fruto, sin embargo, fluye de nuestra relación con
Jesús y el Espíritu que Jesús promete (v. 26). Entonces, prosigue que nuestro
fruto sea ése que se nos da, y que será específico a cada discípulo. Bultmann
dice, “La naturaleza de rendir fruto no se expresa de manera específica; es
cada demostración vital de la fe, a la cual, según versículos 9-17, le
pertenece el amor recíproco más que nada” (citado en Smith, 283).
Esto me recuerda de una joven de pocos medios cuyo ministerio consistía
de leer el periódico diario y orar por los recién nacidos, recién casados,
familias en luto, y otros necesitados de la ayuda de Dios. Creo que ella tenía
un ministerio fructuoso. El fruto no necesita ser algo que se revele en
gráficos o cuadros matemáticos. La verdadera prueba es si el fruto honra a Dios
(v. 8).
Pero nos confrontamos con la pregunta práctica de cómo cumplir la obra
de estar con Jesús. ¿Qué debemos hacer? Existen por lo menos tres disciplinas a
las que debemos atender.
─ Servicio a Dios por medio de alabanza pública y apoyo a la iglesia.
─ Servicio a los demás, particularmente los necesitados.
─ Servicio a si mismo por medio de oración personal, devociones, y el
estudio de escritura.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él,
éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer” (v. 5). En vez de convertirse en algo mediocre al no estar en Jesús,
nos quedamos completamente impotentes. En lugar de simplemente desvanecerse el
valor de nuestro trabajo y testimonio, se convierte en algo completamente
inútil. No podemos funcionar espiritualmente al estar desconectados de Jesús
igual que no podemos funcionar físicamente cuando se nos corta el aire que
respiramos. Estar desconectado de Jesús es ser cortado de la fuente de vida.
Sin nuestra conexión con Jesús, nos quedamos solos y dependemos solo en
nuestros propios recursos. Esto resulta “en una completa infructuosidad o en un
crecimiento salvaje que ya no es amoldado por su palabra, en activismo o
idealismo que no es derivado de él ni dirigido hacia él” (Ridderbos, 517).
“El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal pámpano, y se
secará; y los cogen, y los echan en el fuego, y arden” (v. 6). El tono de este versículo es parecido al tono de juicio que
existe en la metáfora de las ovejas y las cabras. Preferiríamos que Jesús
afirmara nuestra bondad y que nos asegurara la vida. En cambio, aprendemos que
aparte de Cristo no hay bondad ni vida.
“Si estuviereis en mí, y mis palabras (griego: rhemata)
estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho”
(v. 7). “Las ‘palabras’ (plural) aquí son rhemata; la ‘palabra’
(singular) de versículo 3 es logos. El logos es la enseñanza
completa de Jesús; rhemata son las declaraciones individuales que la
componen. Él mismo es la encarnación de todas sus enseñanzas” (Bruce, 309).
Versículo 7 suena mucho como el pasaje del Sermón en el Monte “Pedid y
se os será concedido,” pero versículo 7 establece una condición importante.
Solo la persona que está en Cristo puede esperar recibir todo lo que pide.
Tenemos un gran poder, pero solo mientras nos mantengamos conectados a la
fuente de poder. Tal conexión forma nuestras peticiones. Si estamos en Cristo y
sus palabras están en nosotros, nuestras peticiones concordarán con su
voluntad. Jesús dice, “pedid todo lo que quisiereis,” pero la persona que está
en Cristo no deseará cosas frívolas o malas. Al estar en Cristo, nuestros
corazones se concentran en las preocupaciones de Cristo y nuestras oraciones
suenan más y más como sus oraciones.
Versículo 8 nos confunde. Jesús dice, “En esto es glorificado mi
Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos,” pero se
dirige a los que ya son sus discípulos. ¿Por qué habla de ellos “siendo
(haciéndose)” sus discípulos? Quizá la respuesta es que nuestro discipulado
siempre será imperfecto y que siempre estamos aprendiendo (la palabra
“discípulo” significa uno que aprende). Nuestro rendir fruto nos ayuda a crecer
como discípulos. Este crecimiento en santidad rinde gloria a Dios.
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